En aquella época, este tipo de trampas en las que participaban empleados de casinos estaba tan extendido que se registraron casos de este tipo en casinos de todo el mundo. No hace mucho, la revelación de esta conspiración implicó al FBI, a la policía nacional canadiense y a agentes de organizaciones independientes para garantizar la seguridad del juego. Como resultado, se detectaron varias docenas de crupieres que trabajaban en distintos casinos.
El organizador de este fraude era un grupo criminal conocido como la "Organización Tran", relacionada con la mafia vietnamita.
La idea del fraude
Este fraude en sí es bastante sencillo. Se llevaba a cabo en las mesas de minibaccarat porque sólo requería un grupo de jugadores y un crupier.
Algunos jugadores registraban el orden de las cartas descartadas. Como el juego tenía seis u ocho barajas, recordaban el orden de unas cincuenta cartas.
Luego, un crupier barajaba todas las cartas de un zapato sin cambiar el orden de las cartas de ese grupo. Cualquier crupier experimentado sabe que aprender a hacerlo discretamente no es complicado. Luego introducía las cartas en un zapato y el juego volvía a empezar, con la diferencia de que los tramposos conocían las cartas que había sobre la mesa en algún momento.
En otras palabras, se secuenciaba con absoluta precisión, lo que les permitía hacer grandes apuestas ganadoras en pocas manos.
Como se solía jugar en mesas con límites más altos (hasta varias decenas de miles de dólares) y se excluía la probabilidad de pérdida, conseguían acumular grandes bancos en pocos minutos. Un solo zapato podía bastar para abandonar el casino con más de cien mil dólares.
¿Cómo actuaban los tramposos?
La perfecta ejecución de este fraude requería algunos puntos destacados. En primer lugar, era necesario fijar el orden exacto de las cartas antes de una falsa barajada. Esto era elemental porque, en casi todos los casinos, los jugadores de bacará disponen de cartas especiales para marcar los resultados de manos anteriores.
Así, los casinos animan a los jugadores a pensar que es posible trazar las cartas y desarrollar una estrategia ganadora. Sin embargo, como puede ver, los tramposos les encontraron otros usos. Resultó que los casinos les simplificaron la vida.
También tenían que colocar estas cartas con éxito. Normalmente, estaban al principio o al final del zapato porque era más fácil para el crupier poner en práctica su plan y para el resto de los tramposos saber cuándo llegaba la carta que querían.
El papel de los tramposos en el fraude
Como hemos mencionado antes, los crupieres no necesitan ser magos para hacer una mezcla falsa. Barajan muchas cartas durante su formación, perfeccionando sus habilidades. Con el tiempo, sienten el peso de las cartas, y aprender este tipo de arte es fácil. En casos extremos, utilizaban diversos métodos para distraer a inspectores o jefes de pozo que no sospechaban nada.
Sacar la carta de un zapato solía ser vigilado por un tramposo en particular, dando indicaciones a los demás. En cuanto salía la primera carta de su grupo, hacían una apuesta conjunta tras su señal. Normalmente, no se permitían ganar en todos los repartos, sobre todo si sabían que iba a ser un empate. Esto podría hacer sospechar demasiado pronto a la dirección del casino.
La final
Por regla general, se podían hacer de cinco a diez manos ganadoras. Dependía de cuántas cartas pudiera "cargar" el crupier, ya que determinaban rápidamente el comienzo de este grupo y la situación del juego. Cuando estas cartas quedaban fuera del juego, los tramposos seguían haciendo grandes apuestas, pero algunas las hacían al jugador y otras a la banca, arriesgándose sólo a un empate.
Esta trampa, como las demás que actuaron en este escenario, fue detectada, ya que el factor humano suele reflejarse en la codicia, las luchas intestinas entre jugadores, la envidia, el amor por el lujo y otras debilidades humanas. No obstante, podemos afirmar con seguridad que en los casinos se siguen dando casos similares.